No creo que se pueda explorar el alma de los demás, creo que apenas visualizo lo que hay en la mía. Conozco mis amores y temores, mis sueños y fantasías, se de mi pasado y lo que quisiera para el futuro. También se que la ovulación/mestruación me empuja a ritualizar la pérdida de mi pedazo de materia. No creo que pueda explorar el alma de mi hija, la que pronto cumplirá los once años. Ella cada vez es menos manejable o más compleja, sigue siendo divertida. No obstante, comienza a mostrar cosas que desconocía: pide su propio espacio pero me demanda más tiempo y cariño. Me duele lo que le duele y desearía hacer todos sus sueños realidad, pero sólo soy su mamá. Dicen que los ojos reflejan el alma y no sé porqué, creo que los míos ya no brillan excepto cuando bailo y entonces yo ya no soy yo. Me miro en el espejo y los veo apagados. Ojalá mi salud mejore, mi ánimo se restaure, el pelo no se me alborote y el vientre no deje de bailar. Ahora bien, los ojos de mi hija se han engrandecido y
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