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Bailar enferma

Este sábado participé en un show que las Zamira´s realizaron en San Miguel, conocí por fin el Teatro de la Ciudad, muy lindo aunque confieso que el de Santa Ana me gusta más. Fui con mi hija, mis sobrinas, compañeras de baile y los músicos percusionistas. Un cansado viaje de ida y regreso, pero agradable. Esta vez anduve retraída pensando en las mi babosadas (cosas) pendientes y arrastrando un agotamiento del que no me puedo reponer.
Había un calor soportable, pero me produjo más agotamiento, tanto que al final me sentía deshidratada ¡encima andar detrás de las niñas que les encanta escapar de mi control!

Ya he bailado con calentura, con migraña, con el corazón roto, con todas esas enfermedades cotidianas, pero esta es la primera vez que me pasa lo del agotamiento extremo. Comencé a sentirlo desde la semana anterior.

Siempre sucede algo curioso: al momento en que mi canción suena, eso se va al carajo y me anima bailar y siento un auténtico gozo ¿curioso no? Pero esta manera de compensación no me resuelve la vida, una no puede andar por todos lados bailando para subir la energía y el ánimo. Es jodido y sé que esto me está pasando porque mi médico me prohibió comer todo lo que antes me daba energía: dulces, pastas, pan, arroz, entre otras cosas. Esto me esta haciendo bajar de peso, ha comenzado a debilitarme y he perdido la ilusión de comer como antes. ¿y como no? si lo que deseo está prohibido (y ahora lo deseo más).

Casi todo el año me lo he bailado enferma, estoy mejor con la dieta, pero me agota el ritmo de la vida en su conjunto combinado con la abstinencia de lo más deseable en este mundo: comer rico.
grrrrrrrrrrrrrrrr!

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