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My baby shot me down



“Es necesario, que el público sepa quien manchó esa ropa, y que la diosa de nuestros códigos recoja, horrorizada, la venda; se ciña nuevamente los ojos y alce muy alto su balanza.Entonces veremos de qué lado se inclina.....”(Carlos Dárdano)


Intro.

Este post lo publiqué hace doce años y surgió porque en esa época trabajaba en la UCA y dedicaba horas a husmear en la biblioteca (era un vicio) y con un compañero dimos “sin querer queriendo” con una publicación de un siglo atrás. Era una publicación personal pagada a la imprenta DUTRIZ HNos. y era una historia sobre un caso legal.

Mas que mi curiosidad jurídica, luego de litigar casos en defensa de los derechos de las mujeres, tuve la intuición que debía leer esa publicación. No cabe duda que nada cala tan hondo como leer historias verdaderas que demuestran realidades aún vigentes, pero este libro revelaba algo más: la violencia hacia las mujeres no está supeditada a determinada clase social. Doña Petrona se me pegó en la memoria y por eso lo vuelvo a publicar.

me di la tarea de transcribir y resumir algunos extractos del relato sobre hechos  acaecidos entre 1885 y 1908 entre las ciudades de San Miguel y Santiago de María (Usulután), en el oriente de mi país.

El autor de la publicación es Carlos Dárdano, hermano de la señora Petrona Dárdano, víctima de esta historia. (Fuente: Litigio Dárdano Canessa. Carlos Dárdano. Tipografía La Unión. Dutriz Hermanos. 1909). Me encanta la redacción de aquella época por cierto, aunque lo que cuenta sea un horror.

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(Transcripción del Caso Dárdano Canessa)

“Las causas que provocaron la ruptura del vínculo familiar que existió entre don Ambrosio Canessa y Doña Petrona Dárdano, se puede decir que datan de la fecha misma en que se unieron; esto es, el año 1884. La señora Dárnado, que pertenecía á una de las primeras familias del país, no sabía, hasta entonces, lo que eran privaciones, ofensas ni malos tratamientos. Pero su marido se encargó de hacérselos conocer desde que emprendieron su viaje de bodas a Europa, poco tiempo después del matrimonio. Sin embargo, su verdadero martirologio comenzó cuando regresaron al (sic) Salvador, un año después. (...)

Al regresar, el señor Canessa fijó su residencia en La Veneciana, finca de café situada en los arrabales de la ciudad de Santiago de María. Ya instalado allí el señor Canessa, no tardó en reanudar sus antiguas relaciones con ciertas mujeres de la mala vida. (...) En el año 1885, habiéndose trasladado con su señora a la Ciudad de San Miguel ocurrió que llegaron a paseo  a la feria de noviembre de ese mismo año, sus antiguas queridas de Santiago de María. Canessa le ordenó á la señora Dárdano que les mandara camas, almohadas y sábanas etc. al lugar dónde las había hospedado. Como no hubiese suficiente, Canessa le exigió a su señora que les prestara su propia ropa de cama y otros objetos de uso personal de ella. La indignación y la negativa rotunda de la señora Dárdano á acceder á esa ultrajante exigencia fueron el origen de un escándalo que tuvo gran resonancia en la sociedad migueleña. Canessa, en un paroxismo de furor, se lanzó contra su señora y la golpeó bárbaramente, sirviéndose de su revólver. La señora Dárdano debió su salvación a la precipitada fuga que emprendió, yéndose a refugiar a la casa de sus padres, distante a unos cincuenta varas del lugar del suceso.

Después de semejante escándalo la señorea Dárdano vivió con sus padres y separada de su marido hasta el año 1887, en que, debido a la intervención de los amigos y con ocasión del casamiento de su hermana mayor se reconcilió con el señor Canessa. Como a los dos años de esa reconciliación o sea 1889, el señor Canessa dispuso hacer un viaje a Europa, y, sin que mediase disgusto alguno condujo a su señora que se encontraba en estado interesante[1] y a sus dos hijos a la casa de los padres de la señorea Dárdano, marchándose enseguida a Europa sin dejarles sin un centavo para los gastos durante su ausencia, (...) Quiso la desgracia que a los pocos meses después del viaje de Canessa enfermase gravemente su primogénita Amelia, que a la sazón tendría unos 3 años. Todos los esfuerzos que se hicieron por salvar a la adorada niña fueron inútiles y después de violenta enfermedad voló al cielo, dejando a su madre sumida en el más profundo pesar.

La fatal noticia le fue comunicada por cable a Canessa quien se encontraba en Génova. Regresó a San Miguel después de una ausencia de cerca de 8 meses, trayendo para enjugar las lágrimas de la desolada madre, un vocabulario de injurias burdas y soeces, y pretendiendo hacer responsable a la señora Dárdano de la muerte de su hija, pues, según el opinaba, esa desgracia debió ser la consecuencia de alguna frota ú otra golosina que la madre habría dado a la niña!! No se limitó á esto la infamia de aquel hombre feroz y desnaturalizado. Traía, además, de Italia una lápida de mármol que hizo colocar sigilosamente sobre la tumba de su hija, y cuando la mando a descubrir, la sociedad migueleña quedó consternada ante la siguiente inscripción:

Aquí yace AMELIA CANESSAAsesinada por su madre.


"Durante muchos años vivió la señora Dárdano en la casa de sus padres, con su hijo Amadeo, y separada de aquella fiera que la suerte le había dado por marido, hasta que un día del año 1891 llegaron de improviso tres amigos íntimos del señor Canessa á darle la noticia de que su marido se encontraba moribundo en Santiago de María, á consecuencia de un balazo que le habían disparado en el camino que de esa ciudad conduce á la finca San Ambrosio. Por las instancias de esos amigos y ante la muerte que amenazaba á su marido, la señora Dárdano cedió, (...). Al llegar a aquella ciudad encontró a Canessa herido por varios perdigones, pues había sido venadiado por uno de los vecinos de la finca. Sabido es que por esa palabra se entiende el expediente de que se valen, como último recurso, los pobres campesinos de nuestro país para poner un dique a la rapacidad de sus vecinos pudientes. Gracias á los solícitos cuidados de la señora Dárdano, Canessa se salvó y logró recuperar pronto su salud.

Escarmentado, sin duda, por tan ruda prueba, se arrepintió de su pasado, y juró a su esposa hacer vida nueva proponiéndole trasladarse a vivir, con ella, á Europa, tanto para cambiar de ambiente y echar un velo sobre sus antiguos errores, como para evitar otra venadiada, pues en Santiago de María era mucho el odio que había contra él.

Partió pues, Canessa con su señora é hijos para Italia y se radicó en la ciudad de Génova. Pero para la señora Dárdano no duró mucho tiempo la buena suerte, pues al año de estar allá comenzaron de nuevo los malos tratamientos. Canessa no tardó en amancebarse, con una joven costurera que estaba al servicio de su señora. Como dicha joven estaba comprometida para casarse con un artesano honrado de Génova, la conducta de Canessa tuvo por consecuencia una gran escándalo que terminó en los tribunales de aquella ciudad. Después de este hecho se sucedieron muchos otros y la señora Dárdano tuvo que sufrir las mismas humillaciones, los mismos tormentos de su vida en América.

Canessa dispuso regresar con su familia á Santiago de María. (...) Al llegar á esta población, Canessa recluyó á la señora Dáradano en su finca La Veneciana y aquí comienza el epilogo de aquel largo tormento que fue para la señora Dárdano la vida conyugal.(...)

La señora Dárdano no era para su marido, sino un ser abyecto que carecía de toda autoridad y de toda prerrogativa. En La Veneciana se encontraba supeditada á la voluntad despótica de un negro insolente y canalla que responde al nombre de Lupe y que desempeñaba el doble cargo de verdugo de la señora Dárdano y administrador de la finca.

Nada extrañó pues, que la señora Dárdano, deseando con vehemencia poner un término á esta vida, haya propuesto á Canessa el divorcio sin más condiciones que la de conservar en su poder a sus hijos. Pero por aquella época las leyes especiales del caso ponían muchas traba para la disolución del vínculo matrimonial. (...)

En el año 1897 o 98 fui llamado por telégrafo con urgencia por una persona quien me comunicaba que Canessa tenía secuestrada a mi hermana desde hacia algunos días en La Veneciana y no permitía que le entraran más que pan y agua. (...) Demás está decir que en cuanto llegué puse término á esa escena repugnante y cobarde é hice salir á la señora Dárdano de su prisión. (...) regresé a San Miguel; pero sabiendo perfectamente lo que valían las promesas de Canessa, consulté en Jucuapa con el Dr. Ramón Araujo respecto del mejor medio de obtener el divorcio entre la señora Dárdano y Cannesa. En San Miguel consulté con los doctores Miguel Santín y Don Trinidad Romero y todos estos señores me hicieron ver las innumerables dificultades con que se tropezaría en un pleito de esta naturaleza. (...) En San Salvador, consulté con los doctores José Madriz, Rafael Severo López, Ricardo Moreira y Mixco. El resultado fue el mismo y me vi reducido a aconsejarle a mi hermana que tuviera paciencia y procurara evitar, en lo posible, todo disgusto."

En el año 1900, según cuenta Carlos Dárdano los vejámenes humillaciones y sufrimientos eran tales que doña Petrona Dárdano decidió, en su desesperación, emprender ella sola la tarea de pedir el divorcio y la entrega de sus hijos. Pero consultando abogados llegó hasta el 1902 (nadie aceptó llevar ese caso), finalmente Canessa firmó un contrato de mutuo consentimiento a cambio que Dárnado firmó un contrato humillante de capitulaciones matrimoniales (ella renunciaba a parte de su fortuna y se quedaba con los hijos).

"Cuando Dárnano se encontraba en La Veneciana acomodando su equipaje y el de sus hijos para trasladarse a la ciudad de Santa Tecla según lo estipulado en el contrato celebrado con Canessa, intervino éste, revolver en mano, y golpeándola é injuriándola groseramente le exigía que confesara ante la servidumbre y los carreteros, allí presentes, que había cometido el delito de adulterio." (esta era una vía “legal” y con testigos que le permitía incumplir él lo establecido en el contrato y así no entregar a los hijos)

"Como la señora Dárdano se negó a confesar esa mentira, Canessa intentó matarla apuntándole varias veces con el revólver; y si no lo ejecutó fue porque la señora tenía abrazados a los dos hijos. Ella logró refugiarse en un cuarto y desde allí suplicó a Canessa que le permitiera confesarse antes de morir. Según, Canessa esa confesión sería un medio seguro para asegurar la acusación de adulterio. Ante las suplicas le llevó al párroco de Santiago de María. En presencia del sacerdote la escena volvió a encenderse: amenazas, exigencias y rechazos a las mismas. Mientras el cura trataba de persuadir a Canessa, Dárdano logró tirarse de una ventana y huir a través de cafetales, saltando cercas de alambre espigado, barrancas. Llegó a Santiago de María con el vestido hecho girones y el cuerpo cubierto de heridas y contusiones.
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Al final del relato Carlos Dárnado cuenta que este hecho fue utilizado por Canessa para alegar el “abandono” de doña Petrona  a sus hijos y así logró quedárselos y e incumplir el contrato de divorcio. No contento con ello, denunció a su esposa por adulterio, caso que jamás prosperó, a pesar de eso los tribunales le dieron cabida y él se encargó de publicar y difundir ese hecho falso, humillándola más.

La publicación no relata más y es de 1909, además de las 16 páginas en las que se relata esta historia se anexan los contratos y actas de juzgados sobre el caso. Es triste que ni los abogados ni los jueces, ni las leyes pudieran hacer nada por esta mujer, a pesar de ser parte de una elite del lugar. Ella se trasladó a Santa Tecla sin su patrimonio, sin sus hijos. 

Hoy después 100 años de esos hechos, todavía hay Canessas y Dárdanos por ahí, casos muy sonados durante el 2018, ya tenemos un delito de feminicidio, unos tribunales especializados, Etc. pero muchas cosas se repiten el colmo ¿no? Necesitamos otros 100 años más?

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