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Los hombres también bailan


Foto Tarik de Brasil (foto que me robe de la web)


Este es un buen tema para mí. Toca mezclar la coherencia en el arte, en el respeto a los derechos humanos y la vocación pedagógica como los filtros para generar una opinión. Como directora y productora de espectáculos me he topado con opiniones a favor y otras, contrarias a ver hombres bailar danza oriental. En mi caso, preciso de algunas premisas para proponer alguna conclusión.


Premisa 1. La danza es inherente a la naturaleza humana, sin distinción de sexos. De ahí que, desde siempre, mujeres y hombres la hemos disfrutado y como arte la hemos cultivado. Sucede que algunas representaciones sociales y prejuicios nos inducen a creer que “moverse” es un asunto femenino y si un hombre lo hace también lo es. Pero ¿haber? ¿Qué carajo tiene que ver la orientación sexual con la danza? ¿Acaso uno va a ver danza para ligar? Pues no, uno la ve, para disfrutar de la representación artística (visto desde el público) o para realizarse en una vocación de vida (para quien lo practica). ¿Acaso las mujeres dejan de ser mujeres porque practican fútbol? ¡No se hicieron hombres, ni cuando en el siglo XX incurrieron en actividades que antes eran exclusivas de un hombre! En esta línea, Zuel (España) decía en un artículo que leí hace rato, que si los hombres tienen hombros, caderas y pies, ¡no hace falta más para bailar!

Premisa 2. La danza en el oriente próximo, antes de la colonia e influencia occidental, también era un arte masculino. Ciertamente, cuando hablamos de danza del vientre, raks sharki, belly dance o danzas orientales, tanto en el oriente como en el occidente se asocia como una danza exclusivamente femenina y existe sobrado rechazo de algunas personas a los bailarines de este género. Este es un terreno delicado: en países orientales desde hace más de un siglo, la cultura se ha cerrado a ciertas danzas ejecutadas por hombres y es su acervo cultural actual, (entendido este acervo, como las normas sociales) pero históricamente, no siempre fue así. Incluso, si la misma sociedad egipcia siempre criticó y vio de menos a las bailarinas del raks sharki, el tema masculino es indiscutible.   

Pero retrocedamos un poco: antes del aparecimiento de las bailarinas de salón (siglo XX) los hombres bailaban. Cuando los países del Oriente Próximo eran colonias británicas (y como estrategia del buen colonizador era documentar las culturas, analizarlas para occidentalizarlas) se publicó en 1923 el libro “Manners and Custom of the modern egiptians” que Uds. pueden ojear  aquí pág. 381/389. 

Al autor William Lane, le escandalizaba que, para los egipcios, bailar no era un acto inmoral y para dar cuenta de semejante cultura … relata que los “hombres” ejecutaran danzas. Lastimosamente, después de la colonización la danza y todas sus expresiones ya no fueron lo mismo: el baile del vientre se identificó con lo femenino gracias al boom de las bailarinas de salón que la transformó al gusto extranjero (dejando por primera vez el vientre al descubierto) en el Casino Badía; posteriormente, Mahmoud Reda irrumpió con su propuesta de compañía de hombres y mujeres para la ejecución del folclor egipcio. Propuesta que lejos de ser rechazada, fue aceptada por recrear –en el folclor— los roles masculinos y roles femeninos.

En la actualidad, son hombres los grandes pedagogos de la danza en Egipto y que yo diría son un referente indiscutible: Mahmoud Reda, Zaza Hassam, Mohamed Kazafy, Mohamed Shahin, Khaled Seif, Tito Seif, Tommy King, Wael Mansour, por mencionar algunos. En América tenemos a Amir Thaleb, Yamil Annum (quienes ya han visitado a Centroamérica) y por supuesto mi profesor César Insaurralde. Maestros de las grandes bailarinas. Ninguna de estas figuras es cuestionada internacionalmente por bailar (de pronto críticas, pero lo del “gasto”). En conclusión: en la danza oriental ha habido, hay y habrá hombres bailando. Otro de los bailarines que particularmente me gusta mucho es Tarik de Brasil.


Premisa 3. Hacia el auto estilo: entre lo cultural y la libertad.
Y bien, si bailar es humanamente natural; si los hombres siempre han bailado y actualmente bailan flamenco, salsa, ballet, jazz, ¿por qué no van a bailar danza oriental? No hay razón para que no lo hagan. Para mí, el tema está en cómo la ejecutan y buscan un estilo propio.

Luego de esas tres premisas, me animo a concluir por observación, que hay al menos tres clases de bailarines:

a)    Los que ejecutan danzas folclóricas (como Dabke o Saidi); es decir, quienes hacen una representación del “hombre” oriental. Este es un terreno indiscutible e inamovible: la representación de la “otra” cultura (sus regiones, pueblos) a partir de una responsable ejecución. Una de las grandes compañías que admiro, además de la Reda Troupe, es Caracalla Dance Theatre (del Líbano) y de la que tuvimos hace un par de años a uno de sus exponentes (Mohannad Abd Almaty) aunque su propuesta sea teatralizada, es hermosa!

b)    Los que bailan bellydance o sharki y han buscado una “expresión de la masculinidad escénica”. ¿A qué me refiero? A que no importa la orientación sexual del ejecutante, cuando se para en el escenario, busca una energía masculina. Esto implica que, aunque hagan los mismos movimientos técnicos que una mujer, su interpretación y proyección tiene un resultado diferente; especialmente, para el público. De hecho, la indumentaria es claramente diseñada con ese fin. Esto, no lo observé, lo aprendimos de mi profesor (César Insaurralde, el de la foto) y no es invento, lo vemos también en bailarines de salsa, de ballet, de jazz. Un juego de roles para el público pues.

c)   Los que ejecutan la danza de forma femenina. Aunque no todos estén de acuerdo, la identidad de género, hace su presencia en algunos bailarines que deciden trazar la línea de a) y b) para poder “ser” (entendido “ser” como un derecho humano) y de ahí que dejen fluir su feminidad en la ejecución de la danza y vestuario o autoproducción. Posiblemente, muchas de las críticas y discusiones vengan en este terreno y es lógico con lo cerrado que puede ser un punto de vista de la defensa cultural en el oriente, el machismo en el occidente o simplemente, el gusto personal.


    
 Reflexión Final.

Crecí y me crié con maestros y compañeros bailarines. Lo he visto todo. Escribir esto, me resulta como describir la lluvia. Pero me mata cuando observo actitudes o recibo criticas subjetivas o basadas en la desinformación. En mi compañía bailan dos colegas (José y Manuel), las hemos pasado y sorteado de todas. Cuando les veo bailar, me derrito. Ellos se han encausado más en la forma a) (bailando folclore) y b) (haciendo uso de una interpretación masculina y enérgica del belly dance) y han abierto brecha en este país, han tenido los cojones para ello y han demostrado que al subir al escenario para embaucar al público no es una cuestión de su sexo, sino de su amor en la puesta en escena. Vale decir, que El Salvador como país cuenta con un gran referente: “Sal Maktub” salvadoreño radicado en Texas y que asidua mente ha ido a trabajar a Egipto y un gran artista de la Tanoura. Para Septiembre, en el marco del Encuentro de danza tendremos a un nuevo talento mexicano Iván Rasec, lo que me encanta porque se va posicionando la danza árabe de los hombres en esta parte del mundo!

Actualmente, tengo otro alumno para guiar en este afán. ¡Ojalá y la danza oriental crezca más de la mano de hombres y mujeres que nos apasionamos con ella!

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