¿Has pensado –por algún arranque, por saturación de actividades o falta de tiempo, por hastío o demotivación personal —dejar de bailar? ¡No lo hagas!, al cabo de un tiempo la extrañarás y te arrepentirás.
Mi madre me llevó a un salón de danza a los 4 años y la asumí sin cuestionar, pero tomé la decisión de dejarla a los 13 o 14 años; aunque fue más un acto de convencimiento pleno y rebelde, lo lamenté muchísimo y me devolví. Desde ese acto consiente de amor por el movimiento no me han importado las circunstancias, es una actividad tan vital como respirar.
He conocido a personas que se inscriben a las clases y manifiestan que la danza las llena o la ven como una gran pasión, publican todos los pensamientos virales sobre la danza en sus muros… y de pronto se retiran, especialmente, cuando no ven en ella una forma de dedicar su vida (vivir de y no vivir para). Esta es una decisión personal y respetable pues cada quien sabe lo mejor para sí. Pero también se, que cuando una ama la danza, nunca la puedes dejar.
Como maestra, quisiera a todas las alumnas estén cada día en el salón al menos 2 horas, pero conozco la vida de cada una: trabajos exigentes, familias, universidad absorbente y algunas des motivaciones personales. La verdad, Me afectan cuando dejan de llegar. Pero sé que es parte de este asunto.
Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que, aunque dejen de bailar al cabo de un tiempo (la mayoría) vuelven y otras viven manifestando su tristeza por no hacerlo. Y es lógico: ¿cómo dejar a tras lo que nos hace o hizo feliz? y es que, la danza es la mejor vitamina para el bienestar.
Desde pequeña mi madre (y la danza) me enseñó que organizándome puedo hacer todo lo que quiero, eso sí, con sacrificios. Entonces, una vez que decidas dar más prioridad a otras actividades de tu vida no des por hecho que bailar debe quedar fuera. ¿Por qué no hacer ajustes? ¿por qué dejar atrás ese espacio en el que sos el centro de tu vida, en el que la música suena y es como experimentar la mejor sensación de bienestar? ¿Por qué la vida profesional o de estudiante o de jefa de familia debe estar peleada con sentirte bien bailando? ¿Qué podemos hacer entonces?
¡Siguiendo a Covey, pongamos primero lo primero! Y ser feliz es una prioridad.
Aplica la disciplina: y toma la clase que puedas, aún puedes robarle horas al sagrado fin de semana. ¡Fija esas horas como no transables, pues él es único momento para vos! Has que todos a tu alrededor así lo comprendan y una vez en el salón enfócate en el proceso, en ti y no en lo que hay afuera y sobre todo no te compares, tu proceso de aprender es personal.
En mi escuela, trato de formar bailarinas y no solo "entretenerlas". Esto ya de por sí implica mucha demanda de tiempo, dinero y esfuerzo. Y quizá eso “espante” a mis alumnas cuando no desean dedicarse a bailar de forma profesional. ¡lo entiendo! Por ello trato (ojo, trato) de no exigir igual a quienes llegan con ese afán (nada de eventos, exámenes, competencias). Luego pasa que todas quieren examinarse, quieren presentarse y avanzar, aunque la danza “sea su hobbie”. ¿paradoja o contagio? ¡No lo sé!
Nietzsche decía, dad por perdido el día que no habeís bailado y con toda razón a ganarle días a la vida se ha dicho! asi lo hagas en otra disciplina o en otra escuela. No hay que parar.
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