Tras la destitución de Breni Cuenca como Secretaria de Cultura y la incertidumbre que esto genera frente a la gestión de cultura –como política de Estado— vale la pena hacer algunas consideraciones.
Una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue sustituir al antiguo Consejo Nacional de la Cultura y el Arte (CONCULTURA) adscrito al Ministerio de Educación, por una Secretaría de Cultura (SECULTURA). Según el Reglamento Interno del Órgano Ejecutivo (reformado) las Secretarías del Presidencia son unidades de apoyo destinadas al servicio de la Presidencia de la República para el cumplimiento de sus atribuciones y funciones. A esta nueva Secretaría le corresponde hacer la política cultural entre otras funciones relacionados con la gestión de la cultura y el arte salvadoreño. (ver art. 53 f)
Aunque muchos celebraron el cambio de rango, es decir, de una dependenciadesconcentrada del MINED a una “centralizada” de la Presidencia, el diseño por el que se optó, una Secretaría, tiene sus implicaciones en un sistema presidencialista. Con esto hago referencia a que las Secretarías –por reglamento— están diseñadas a servir a la presidencia y tienen poca independencia de gestión, decisión. Son instancias asesoras y su carácter “rectora” en la materia no aparece muy clara.
El segundo hecho relevante --respecto del nuevo gobierno-- fue el retraso en elnombramiento del funcionario o funcionaria que ocuparía el cargo. Fue penosa la puesta en escena de una “consulta” realizada a los artistas en un hotel capitalino y que fue retratada de forma circense por el faro.net y que comenté en un post. Tras este espectáculo, Breni Cuenca fue nombrada y presentada públicamente por el Presidente como la nueva Secretaria de Cultura un mes después tarde (a finales de junio) resaltando su cualidades académicas y experiencia.
De junio a la fecha no vi “arrancar” cambio alguno de esta instancia y en parte loadevertía Cuenca en otra entrevista pues la parte operativa y presupuesta en el nuevo diseño institucional (las secretarías de la presidencia) debía ajustarse y al parecer.... no pudieron ajustarse bien.
Tener una política de patrimonio cultural, administrar espacios creativos (como las casas de la cultura en los municipios), fomentar el arte y tener una línea de apoyo a los artistas (renta de teatro, patrocinio de producciones) entre otras cosas es una competencia de Estado que no siempre se ha tenido clara en los objetivos (desde las pasadas administraciones).
Es que por una parte, las naciones tienen a defender, fomentar y proteger su identidad (en rasgos y expresiones); la población tiende a ejercer su derecho a la cultura (consumir espectáculos, contar con teatros, museos) y quienes hacen arte esperan contar con espacios para desarrollar y ofrecer sus obras. Al Estado no le corresponde hacer arte, sino facilitar el proceso creativo en las dinámicas y tendencias apuntadas.
Hasta la fecha nada de eso está claro en la Secretaría de Cultura de la Presidencia y tras los cambios de la semana pasada, habrá que esperar más para ver cual será la conducción o giro que este gobierno pretende dar en este ámbito.
En estos días las empresas mediáticas y periodistas han levantado el debate sobre la “libre expresión” ante una posible interpretación que está en manos de la Corte Suprema de Justicia respecto a la crítica periodística (concuerdo que penalizar es un retroceso) y se usa como argumento legitimador del periodismo el hecho que, la ciudadanía se hace uso de su derecho a la libre expresión (acceso información y expresión de ideas) gracias al trabajo periodístico. Esto porque nos informamos y expresamos a través de estos mediadores de la palabra.
Algo así sucede con este tema. La población tiene el derecho a la cultura y para hacerlo efectivo el Estado facilita una parte, de ahí la importancia de las casas de la cultura en los territorios y que tienen un lugar muy significativo en la vida de las localidades. Y por otra parte, los gestores de cultura y los artistas requiren de dinámicas, espacios o vitrinas para mostrar lo que hacen. El Estado facilita estos requirimientos o los fomenta (mediante la política de administración de teatros, patrocinio de festivales, etc.)
El barco fantasma llamado Secultura, cuya tripulación va saltando al agua es importante para la población y para los artistas. Hay una agenda pendiente que no se concreta y que no debe estar al servicio de una presidencia sino de la población. Cuando la ambiguedadse ofrece como explicación florecen las conjeturas. Si bien, es legal que un Presidente alegue falta de confianza para destituir a los funcionarios de confianza, no es ética la falta de transparencia sobre las razones de la destitución. Ojalá y esas conjeturas no tengan razón, pues de ser así la cultura y el arte deberán esperar otro cambio y mas tiempo....
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