Por Isis Wirth
(Alemania)
La compañía rusa creada por Anton Adassinsky en 1988 presentó “Ketzal”, en el XIII Internationale Straßentheaterfestival ViaThea. Espectáculo de danza teatro que intenta describir los orígenes de la creación.
La compañía rusa Derevo se fundó en el entonces Leningrado (hoy San Petersburgo) en 1988, por Anton Adassinsky. Desde 1997 está basada en Dresden. Suelen efectuar giras con frecuencia, y han obtenido varias distinciones internacionales. En Görlitz –una villa también sajona como Dresden–, situada en la frontera con Polonia, presentaron su “Ketzal”, un espectáculo que data de 2006, que ahora subieron a la escena del Stadttheater de esa ciudad, como parte de la programación del XIII Internationale Straßentheaterfestival ViaThea.
“Ketzal” vuelve a traer la disyuntiva de “los Derevos”: ¿danza o teatro? El socorrido término de “tanztheater” –que le adjudicaron en el programa– no les es aplicable en lo absoluto. La estructura discontinua que suele caracterizar a la “danza-teatro” no se halla aquí. Por el contrario, desde ese punto de vista estructural, la cualidad es mucho más abstracta, lo cual los sitúa en el terreno de la “danza”. La denominación de “teatro físico” –a la que asimismo se acude para con “los Derevos”– podría ser más precisa, pero lo cierto es que estos rusos, por medio de cómo hacen inseparable el movimiento –no importa si este es variopinto, proveniente de las diversas formaciones de los intérpretes– del paisaje sonoro, colocan a su manera a la “danza-teatro” en el pasado.
Como evocan “Ketzal” es inequívoco: “Un cuerpo no se cansa de bailar”. La obra consiste en un viaje laberíntico a los orígenes de la especie, a la muerte y a la vuelta permanente a la vida. O sea, una inmersión en la vida misma y en su misterio. Un tema tan abismal sería en otros un ensordecedor fracaso, que intentarían explicar con frondosas e inextricables notas al programa. No es el caso de Derevo, quien va directo al quid del asunto: el corazón, sus latidos y el alma, que es decir la materia prima de la danza. Lo otro en ellos es “teatro visual”. Las imágenes son hipnóticas, apoyadas en los cambios de luces frecuentes (de rojo a ocre, a azul…), en soluciones escenográficas que acentúan el ambiente de alborada y noche de los tiempos.
Los aditamentos en el vestuario son simples pero suficientes. Refieren con elocuencia a la animalidad en cuestión, o incluso al espermatozoide que lucha por labrarse su camino, a la desprovista definición metafísica del ser. No obstante, los seis intérpretes (tres hombres y tres mujeres, todos con la cabeza rapada) nunca se desnudan; si apenas un “topless”.
Parecería ser una puesta en escena de la teoría de la evolución. Aunque no literalmente, pues hay una carga mística tan bien expresada que no hay lugar para pedantería ni pretenciosidad. ¡Nada más lejos de Derevo! Son demasiado vitales y furiosos, como para caer en las trampas “intelectuales” que suelen caracterizar, desgraciadamente, a una buena parte de la danza contemporánea. Pueden mostrar la “sopa primordial” en la que se cocinó todo. Insisten en “Ketzal” en la cueva, la vagina, el atáud y la tumba: los espacios huecos y cerrados…, pero los espectadores se marchan del teatro inundados de alegría, casi eufóricos. Han triunfado la vida, y ¡la danza! Aunque hubiera sido preferible que no inundasen al final el escenario con agua. Desde luego, este elemento es también primordial, el asunto en cuestión de la obra. Justificado, por lo tanto. Pero, si se piensa en la escuela de Wuppertal de Pina Bausch, lo han convertido en un lugar común.
tomado de aca: foto y artículohttp://www.danzahoy.com/pages/members/nota.php?ed=69&sec=critica&art=02
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Wow!!!
Comentarios
Tampoco leí el ensayo de O.Paz en Xibalba, pero me encanta O.Paz, de hecho lo primero que publique en mi blog es de él.
Sólo pasé a saludarte, seré sincero, sí.
Gracias por pasar, pronto pasaré a tu barco.
¡pirata!