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Entre lujos y cargas

Ayer disfruté de un “lujito” Estatal, fui a escuchar la Orquesta Sinfónica Nacional, pero para mi desgracia no tocaron “Sueño de una noche de verano” de Mendelssohn y no explicaron porqué, si estaba programada. Sólo escuché a Respighi y Dvorak. El próximo estará bueno: Carmina Burana con el Ballet de Alcira Alonso y el Coro Nacional y la Orquesta, por supuesto.

Quiero ir a ver al Titiritero que está en el Poma, ojalá pueda ir mañana o el sábado, aunque este es un lujito privado. Ojalá me quede espacio.

Frente a mis lujos, que me hacen amable la vida, también están mis cargas. Hoy tuve que estar en un programa de radio y en ese momento cayó la tormenta y nos sacó del aire, justo cuando el conversatorio estaba ameno. Hubo pasadas chistosas, fue en todo caso un rato agradable. Me estaba durmiendo en el timón al regreso y hubiese querido sólo entrar y dormir. Me hice un café porque el afán de mi día sigue, afortunadamente .

Confieso que me da pereza cocinar por la noche, especialmente en días cansados y en los que no fui a la clase de baile (porque bailar da energías). Con mi hija hacemos pactos de convivencia y por eso nos turnamos: un día ella me atiende y el otro yo. En realidad debería ser todos los días yo, pero le gusta hacerlo. Ella me hace un pan con algo (cualquier cosa) y debo conformarme. Hoy me tocó a mí y me pidió un súper menú y se lo hice: dos huevos estrellados, frijoles, plátanos, queso y pan.

Luego, estudiamos ciencias (mañana por fin el último examen!!!) y la mandé directo a la cama, pobre. Estaba feliz porque tiene un nuevo traje árabe.

Ahora, sólo yo y la compu.



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